17.2.10

"Fumar como Meditación"

Un hombre vino ayer a verme. Había sido un fumador empedernido durante treinta años, y ahora estaba enfermo y los doctores le habían dicho: «Nunca sanarás si no dejas de fumar>. Pero como era un fumador crónico no podía evitarlo. No es que no lo hubiese intentado. Lo había intentado, sí. Había hecho un gran esfuerzo y había sufrido mucho en el intento, pero sólo lo lograba durante uno o dos días y entonces sentía unas ganas tan tremendas de fumar ¿Cómo puedo dejar de fumar? Que empezaba de nuevo.

Por este hábito de fumar había perdido toda confianza en sí mismo. Sabía que no podía hacer una pequeña cosa: no podía dejar de fumar. Se había convertido en un ser despreciable ante sus propios ojos; se veía como la persona más despreciable del mundo. No tenía respeto hacia sí mismo. Vino a mí y me dijo: — ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo dejar de fumar?

Nadie puede dejar de fumar —le dije—. Tienes que comprenderlo. Actualmente fumar no depende sólo de tu decisión. Ha entrado en tu mundo de hábitos, ha echado raíces. Treinta años es un largo tiempo. Ha echado raíces en tu cuerpo, en tu química; se ha esparcido por todo tu ser. No es algo que tu cabeza pueda decidir. Tu cabeza no puede hacer nada, la cabeza es impotente. Puede empezar cosas pero no puede detenerlas tan fácilmente. Una vez que has empezado y lo has practicado tanto, eres un gran yogui. ¡Treinta años fumando! Ahora se ha convertido en algo autónomo; tendrás que desautomatizarlo.

Entonces preguntó: —
¿Qué quieres decir con desautomatización?
Y de eso es de lo que trata la meditación: de desautomatización.

Le dije: —Haz una cosa: olvídate de dejarlo. Tampoco hay ninguna necesidad. Durante treinta años has fumado y vivido. Desde luego, ha sido un sufrimiento, pero también te has acostumbrado a eso. Y, ¿qué importa si te mueres unas horas antes de lo que te hubieras muerto sin fumar? ¿Qué vas a hacer aquí? ¿Qué has hecho? Entonces, ¿qué sentido tiene? ¿Qué importa si te mueres un lunes, un martes o un domingo, este año o el que viene?
—Sí, es verdad; no importa.
Entonces le dije: —Olvídalo; no lo vamos a dejar en absoluto. Haremos algo mejor aún: vamos a entenderlo. Por tanto, la próxima vez conviértelo en una meditación.
— ¿Fumar, una meditación?
—Sí, ¿por qué no? La gente zen puede hacer una meditación y una ceremonia del hecho de beber té. Fumar puede ser una meditación igual de bella.
El me miró encantado.
— ¿Qué estás diciendo? —Y con renovada vitalidad añadió—: ¿Meditación? Dime cómo. ¡No puedo esperar!

Le di la meditación, diciéndole: —Haz una cosa. Cuando saques el paquete de cigarrillos, hazlo lentamente. Disfrútalo, no hay ninguna prisa. Sé consciente, permanece alerta; date cuenta. Sácalo lentamente y con toda consciencia. A continuación saca el cigarrillo del paquete con completa consciencia, lentamente, y no como antes, de forma apresurada, inconsciente y mecánica. Luego empieza a golpear ligeramente el cigarrillo sobre el paquete, pero estando muy alerta. Escucha el sonido, exactamente como hace la gente zen cuando el samovar empieza a cantar y el té empieza a hervir, y el aroma...
»Entonces huele el cigarrillo y aprecia su belleza...
— ¿estás diciendo? ¿Su belleza? -dijo él.
—Sí, es hermoso. El tabaco es tan divino como cualquier otra cosa. Huélelo; es el olor de Dios.
Parecía sorprendido y dijo:
— ¿Estás bromeando?
—No, no estoy bromeando. Incluso cuando bromeo, no bromeo. Soy muy serio.
»Entonces ponlo en tu boca con total consciencia, y enciéndelo con total consciencia. Disfruta cada acto, cada pequeño acto, y divídelo en tantos actos como te sea posible para que te puedas volver más y más consciente.

»Entonces aspira la primera bocanada: Dios en forma de humo. Los hindúes dicen: Annam Brahm, “El alimento es Dios”. ¿Por qué no el humo? Todo es Dios. Llena tus pulmones profundamente. Esto es pranayana. ¡Te estoy dando el nuevo yoga para la nueva era! Entonces suelta el humo, relájate; otra bocanada y continúa así muy lentamente.

»
Si lo puedes hacer te sorprenderás; pronto verás toda la estupidez que entraña. No porque otros hayan dicho que es estúpido; no porque otros hayan dicho que es malo. Lo verás tú mismo. Y ese darte cuenta no será sólo intelectual; será una visión de todo tu ser, será una visión de tu totalidad. Y entonces si un día lo dejas, lo dejas; y si continúas, continúas. No necesitas preocupa por ello.
Después de tres meses vino y me dijo:
—Lo dejé.
——Ahora —le dije— inténtalo con otras cosas también.
Ese es el secreto, el secreto: desautomatizarte.


Si caminas, camina lentamente, de una forma consciente. Si miras, mira atentamente y verás que los árboles son más verdes que nunca y las rosas más rosas. ¡Escucha! Alguien está hablando, cuchicheando: escucha, escucha atentamente. Cuando hables, habla atentamente. Deja que toda tu actividad se desautomatice.

No hay comentarios.: